4 de agosto de 2009

Orolux


2º Capítulo Adriel

Tras el ritual tuve unas palabras con mi abuela, la cual me dio un libro que supuestamente había pertenecido a una raza de elfos durante muchas generaciones, pero mi madre Claire lo había hallado y se lo había entregado a su madre Magere.
Aquella noticia me sorprendió gratamente, pues siempre había pensado que mi madre había vivido toda su vida reprimiendo su autentica naturaleza, mi abuela me contó que mi estirpe procedía de elfos, que hacia muchos años una dama elfa se había enamorado de un antepasado mio llamado Ranulf, un caballero semihumano que había luchado valientemente ayudando a los elfos en una sangrienta batalla contra un clan de hombres lobo que había en la zona.

Y de esa unión habían nacido ella y mi tío Alaris, un nómada que viajaba de cuidad en cuidad en busca de aventuras y de repente todas las piezas encajaron y obtuve respuesta a mis dudas.Al porque los hombres que miraban a mi abuela o a mi se quedaban sumamente intrigados y nos miraban fijamente, al porque poseíamos esa singular don para la magia y todo lo que era sobrenatural, al porque me atraía tanto la naturaleza...porque yo poseía esencia élfica.

Guarde el libro y me dirigía a la puerta cuando se abrió violentamente y entro un chico de unos 16 años, casi sin aliento que me miraba fijamente a mi.

-Debéis iros mi señora.


-¿yo?,¿porque?.

-Porque se ha extendido por toda la cuidad el rumor de que os han secuestrado.


-Secuestrado...seguro que Thal ha difundido esa absurda noticia porque teme que la gente piense que me he fugado de casa para no tener que casarme con el...que patético es.


Me gire mirando a mi abuela como buscando un inútil pero esperanzado intento de que me dirigiera algo con relación al futuro.

-Lo siento, pero sabes que no me esta permitido revelar nada en relación con el futuro.


-Lo sabía, pero por intentarlo no perdía nada, ¿no crees?.


Sonreí picaramente y me encamine hacia la puerta,mi abuela me dijo que cogiera su caballo prestado del establo, me dio una bolsa con algo de dinero y al bajar a el establo la cocinera me dio un fardo lleno de comida y un mapa por si las moscas.


Agradecí a todos su ayuda y salí disparada como alma que lleva el diablo de la torre Bellandhir, pero mi suerte iba a durar poco, pues a las puertas de la cuidad había apostados un par de guardias que vigilaban el escaso transito por no decir nulo, que había a esa horas de la noche.


Bajé de mi caballo atándolo a una valla cerca de las puertas de la ciudad, me quite la capa quedandome simplemente con el vestido que llevaba, el cual era de fina tela de algodón y de un color celeste pálido.


-Muy bien, si mis ''encantos femeninos'' no funcionan , tendré que usar la fuerza bruta.


Me acerque a la puerta y al verme aquellos pobres estúpidos me miraron con la boca abierta, me acerque a ellos y fingí que tenia mucho calor, así que poco a poco fui deshaciendo los cordones del escote de mi vestido, los pobres ilusos se quedaron tan ensimismados que dejaron caer las espadas que tenían en las manos y solo sabían mirarme embobados.


Ya son mios, pensé. Pero no lo eran en absoluto, uno de los estúpidos me reconoció pues esa misma tarde había estado en mi casa acompañando a Thal, intento darse la vuelta para dar la voz de alarma tocando la campana pero yo fui mas rápida que el, pronunciando unas palabras en lengua arcana, lance un conjuro a los guardias y ambos quedaron tendidos en el suelo en un estado entre el sueño y la inconsciencia.

-Lo siento mucho chicos, pero no me habéis dejado alternativa.


Me acerque a ellos y les quite el dinero que llevaban encima para que pareciera que un ladrón los había atacado.


-Felices sueños.


Volví al lugar donde estaba mi caballo y tras ponerme la capa y subir en el me lancé a galope tendido atravesando la espesura, sin mirar una vez hacia atrás, sabia que no iba a echar de menos mi anterior vida y que quizás lo único que llegaría a extrañar seria a Silenia y mi querida abuela Magere, pero todo eso ya formaba parte del pasado, mi única misión ahora seria la de frustrar todos los planes de Thal, por mi bien y el bien de todos los cuidadanos del reino.

Mi anterior vida quedaba atrás, a partir de ahora iba a empezar a vivir de verdad. ¿Pero por donde podía empezar?, quizás en la ciudadela de Oronlux, pues Aria era la archimaga de la torre de hechiceria Thortelor, y seguro que ella podría darme alguna pista de por donde empezar, bien sabia yo que todas las archimagas o sino todas, la gran mayoría de ellas, estaba en contra de los deseos del Paladin Oscuro.

Así que eso es lo que iba a hacer, me dirigiría velozmente a Oronlux, la cuidad natal de Aria Betancourt, la mejor amigo de mi difunta madre, según mis cálculos la ciudadela estaba a un día y medio de camino, así que para el día siguiente sobre el mediodía o aso habría llegado allí, antes que los guardias de Thal, que aun no sabían siquiera si había salido de la ciudadela, aunque tarde o temprano descubrirían a los dos guardianes de la entrada.

-Espero que los encuentren más tarde que temprano. Vamos Arión, debemos partir lo mas rápidamente posible.

Azucé a mi caballo y pronuncie las palabras de un hechizo que hicieron aparecer una bola de luz del tamaño de una manzana que alumbraba los necesario para no perdernos de noche. Hecho esto partimos rumbo a Oronlux...donde mi destino me seria revelado de una vez por todas.


No sabia cuantas horas llevaba cabalgando, pero el en horizonte ya se podían apreciar los tímidos rayos del sol matinal, ya quedaba poco, dentro de unas horas llegaría a mi destino, estaba entusiasmada, pues nunca había salido de la ciudadela, salvo aquella vez en la que fui con mi padre a un pueblo de la costa y creí detectar en un niño la esencia demoniaca, pero eran mas débil de lo normal, así que no sabia si era medio demonio o no, o si simplemente estaba bajo influjo de un verdadero demonio, la verdad es que lo seguí, pero no pude detectar nada anormal en el.

Pero volviendo a lo que nos concierne, el sol ya estaba en lo alto y las murallas de Orolux se extendían ante mi, unas murallas blanquecinas, y por encima de ellas solo se veía la punta de la torre de hechicería de la cuidad, ya había llegado...solo tenia que esperar un poco mas...solo un poco mas.

Graduación


1º Capitulo Adriel

Nunca había tenido motivos para odiar a alguien hasta el punto de desear su muerte y desaparición de este mundo, pero desde hace casi un año, me habían sobrado motivos para desear la total desaparición de mi padre, Lord Ralis, el quería y ordenaba que me casara con Lord Thal, un hombre perteneciente a la realeza al que el pueblo llamaba ''Paladín Oscuro''. De pie en la sala de estar de mi casa y teniendo frente a frente a mi padre por fin, casi no podía contener mi furia y dolor al decirle.

-No puedo creer que me obligues a casarme con Lord Thal padre, ¿que te he hecho para merecer semejante castigo?.

-No lo consideres un castigo hija mía, Lord Thal es un hombre apuesto, rico y atento. Estoy completamente seguro de que cuidara muy bien de ti. -Madre no hubiese estado de acuerdo contigo en esto, jamás habría permitido que me casaras con el Paladín Oscuro.

-¡¡Silencio!!, no te refieras a Lord Thal de esa manera grosera y descortés. Mi padre me miraba enfadado, su rostro se había vuelto purpureo debido al enfado y sus ojos del color del jade tan parecidos a los mios me devolvían una mirada cargada de cólera y frustración.

Yo en el fondo sabía lo que le ocurría a mi padre, yo le recordaba demasiado a mi difunta madre, Lady Claire. Físicamente yo era igual a mi madre, salvo por los ojos, mientras que los de mi madre eran del color del cielo los mios eran la viva imagen de los de mi padre, y eso a mi padre le dolía, sabía que me quería pero el dolor causado por la ausencia de mi madre era demasiado fuerte para permitir mi presencia en la mansión.


-Sea pues padre, esto es la guerra.


Salí del salón de recepción como una exhalación y subí rápidamente las escalera que conducían a mis aposentos,a mi espalda continuaba escuchando la perorata de mi padre pero necesitaba estar sola y pensar, pensar como escapar esa noche, necesitaba acudir a la torre de Bellandhir, pues su abuela Magere la archimaga de la torre, iba a nombrar me hechicera de 1ª orden debido a mis logros y progresos conseguidos desde los 5 años de edad.
De pronto la puerta se abrió suavemente y mi cuerpo se tenso imperceptiblemente, por suerte al abrirse la puerta solo se veía el inocente rostro de mi hermana Silenia.


-Silenia cariño,¿que haces aquí?

-Os he escuchado a ti y a padre discutir hace poco.


Sonreí a medias al mismo tiempo que mi dulce Silenia se acercaba a mi rodeando mi cintura con sus brazos a modo de abrazo pues solo contaba 8 años en aquel entonces, yo devolví ese abrazo apretándola junto a mi, pues en esos momentos me precia que ella era la única que estaba de mi lado en aquellos momentos. al levantar la cabeza pude ver el rostro de mi hermana, había heredado los ojos de nuestra madre pero salvo ese pequeño detalle su figura era la misma que la de las mujeres de la familia de mi padre.


-Siento que hallas tenido que escuchar la discusión entre padre y yo.

-No quiero veros pelear Adriel, os quiero mucho a los dos y no me gusta veros en ese estado.

-Lo se cariño, pero padre no entra en razón, aun sigue empecinado en casarme con Thal y yo no estoy dispuesta a correr esa suerte.

Acariciando dulcemente la cabellera dorada de mi hermana se me ocurrió una idea para escapar de la mansión aquella noche para poder ir a la torre.

-Silenia...¿tu me quieres verdad?

-Con todo mi corazón hermana.


-Entonces...¿me harías un gran favor?


-Si, por supuesto, ¿en que consiste?


-Veras...-Sonreí ante la perspectiva de una aventura de tal calibre y susurrando para darle un toque de secretismo al asunto le conté todo a Silenia- Esta noche debo ir a la torre de la abuela Magere y se que padre esta tan enfadado que jamas me dejaría salir, pero es importante que acuda esta noche.


-Entiendo, pero...¿cual es mi papel en tu plan?


-Veras, usare un hechizo para duplicar tu aspecto y mientras tu ilusión esta durmiendo plácidamente en su cama, tu dormirás en mi cama para que padre no sospeche que me he escapado.


Silenia sonrió pícaramente, con esa característica sonrisa suya y asintiendo con la cabeza me dio un beso. Yo sonreí pues con ese simple gesto que no revelada nada a nadie mas Silenia me había dicho todo lo que yo necesitaba saber sin decir una sola palabra. Ella se dio la vuelta y salio de mi habitación cerrando la puerta tras de si y sonriendo susurre con un hilo de voz.

-Esta noche, sera una gran noche padre, tanto si quieres como si no.

Me acerque a la ventana contemplando el vasto territorio que se abría ante mi ojos, casas por doquier, el mercado de la ciudadela, a lo lejos asomando de forma imponente la punta de la torre blanca de hechicería acariciando el azulado vientre del cielo, los vastos bosques que circuandaban los alrededores, las murallas erigidas hacía cientos de años por los hechiceros para proteger la cuidad de ataques de monstruos y asesinos.
Puede que la ciudadela de Orondalis no fuera una de las mas ricas y cuidadas del reino, pero era una buena cuidad, las calles estaban limpias, los campesinos estaban sanos y bien alimentados, los campos estaban llenos de ganado, y los niños reían, jugaban y estudiaban sin ninguna preocupación dentro de los muros de la ciudad.
Volví a la realidad bruscamente, pues me había quedado ensimismada pensando el lo que pasaría esa noche, el cielo se estaba tiñendo en esos momentos de tonos anaranjados, rosa pálido y violetas...la noche se acercaba, y con ella mi oportunidad para huir en cierto modo y acudir a mi cita en la torre.

-No debo levantar sospechas.


Baje tranquilamente las escaleras con aire sereno, como si el suceso acontecido aquella tarde en el salón de la mansión no fuera nada mas que un hecho imaginario que nunca había ocurrido, al llegar al pie de las escaleras me encontré con Silenia, quien me miró a su vez como si la conversación de aquella tarde en mis aposentos nunca hubiera ocurrido, se acerco a mi y me cogió la mano con aire sereno mientras entrabamos al salón para cenar.
Mi padre estaba sentado a la cabecera de la mesa y al vernos entrar a mi y a Silenia pude ver en su mirada un gran cariño y amor, que quedo reemplazado en seguida por la férrea determinación que tenia por casarme.

-Queridas, sentáos, la comida esta casi lista -mi padre sonrió tiernamente y me senté.

-Buenas noches Papa -Silenia rió alegremente y se tiro en brazos de mi padre para darle un beso.

-Buenas noches mi niña -en ese momento mi padre clavo sus ojos en mi y con tono de reproche me dijo- y tu,¿no saludas a tu padre?.


-Buenas noches padre -pude ver en sus ojos la decepción que supuso que mi saludo no fuera igual de efusivo que el de Silenia, pero aunque quería a mi padre con todo mi corazón no iba a permitirle salirse con la suya en ese asunto.


-Silenia cielo sientate.

En el instante en que mi hermana tomo asiento las puertas del salón se abrieron dando paso a Lord Thal, en ese instante clave mis ojos en mi padre y una expresión de triunfo asomo a sus ojos, sin que el lo supiera ese gesto había hecho mas que con cualquier discusión que pudiéramos haber tenido, pues esa noche era importante y la aparición de aquel petimetre allí dificultaba las cosas, pero yo no me iba a rendir.


-Buenas noches Lord Ralis, buenas noche Lady Adriel - Thal clavo sus negros ojo en mi y sentí un escalofrío al ver lo que transmitía esa mirada, adoración,lujuria y algo más que no supe descifrar.

-Buenas noches hijo, bienvenido, te esperábamos para cenar, por favor que sirvan la mesa.

No podía creerlo, aquel al que llamaban Paladín Oscuro estaba en mi casa, y no podía hacer nada, mi padre hubiera montado en cólera y tampoco podía usar mi magia para alejarlo pues mi padre descubriría lo de mis poderes, me sentía atrapada y frustrada.

Thal se acercaba decidídamente a ocupar el sitio a mi lado y cuando pidió permiso para sentarse a mi lado lo ignore adrede, estaba enfadada con el y conmigo misma, pues cuando entro en la sala no pude evitar apreciar sus cabellos del color del trigo en contraste con aquellos ojos tan negros, supuse entonces que lo de Paladín Oscuro se debería a sus ojos....o a su oscuro corazón.

-Adriel sois mas hermosa de lo que vuestro padre aseguraba, ahora que os he visto deseo conoceros mas a fondo.


Ese mas a fondo no me gusto nada y le clave una mirada cargada de veneno, pero mi padre carraspeo y en ese momento los sirvientes servían la cena, así que tuve que contener mi lengua si no quería una pelea con mi padre, y debido a mis intereses para aquella noche, lo ultimo que necesitaba era una charla con mi progenitor hasta altas horas de la madrugada.

Dirigí mi atención a la comida por si tendría algo inusual, solo probé un poco de patatas hervidas y algo de carne asada, no tenia el estomago para nada mas, estaba demasiado nerviosa, así que me levante con la escusa de encontrarme cansada y retirarme a la cama y Silenia dijo que quería que yo la arropara aquella noche así que la tomé de la mano y me dispuse a salir del salón, una vez al pie de las escaleras y fuera del campo enemigo sonreí a Silenia agradecida y nos disponíamos a subir las escaleras cuando Thal me agarro por la muñeca derecha.

-Esperad lady Adriel, querría hablar con vos unos minutos si sois tan amable.

-Esta bien, si no hay mas remedio - mire a Silenia y le dije que subiera y me esperara.


-Gracias por vuestro tiempo mi Lady.

Continué subiendo las escaleras con aquel tipo pisándome los talones, pero no tenia opción, no quería montar una escena por si padre nos escuchaba y me armaba una bronca por haber sido ''descortés''.
Una vez arriba me gire en dirección a el provocando un revuelo de cabello y faldas.

-Y bien,¿que deseabais Lord Thal?


-Primero,que no me tratéis de usted, llámame Thal por favor.

-Esta bien - ni muerta lo haría pero bueno debía hacer mi papel.

-Quería hablar con vos de nuestra boda -dijo sonriendo.


-¿Boda?,¿que boda? - pensé que iba a matarlo en aquel momento, que iba a desparramar su sangre sucia por la alfombra que adornaba las escaleras pero por suerte que pude contener.

-¿Como?, ¿Vuestro padre no os ha dicho nada?, que raro...me dijo que lo había hecho.

-Aa... ¿el de la boda eráis vos?, pues siento comunicaros que rechace la oferta, mas concretamente, antes muerta que casada con 18 años de edad.

-Pero...es una muy buena edad para casarse, estáis en la flor de la vida.

-Por eso mismo -dije con aire jovial- bueno por eso y porque no quería casarme con el llamado ''Paladín Oscuro''.

Al decir aquellas palabras una llamarada de furia asomo a su oscuros ojos y me agarro por el brazo fuertemente.


-Yo os enseñare quien es el ''Paladín Oscuro''.

En aquel instante creí que me iba a pegar,pero no fue así, lo que hizo fue acercar sus labios a los mios y marcarlos a fuego como diciéndose y diciéndome a mi misma que seria suya pasara lo que pasase, quizás me hubiera asustado menos si en vez de besarme me hubiera golpeado, en realidad el beso no fue desagradable, pero a mi no me atraía el Conde ni nadie en esos momentos así que no sentí nada,solo un leve cosquilleo en los labios.
Enfadada lo aparte de mi y quitando un mechón de cabello de mi cara lo mire con desprecio.

-¿Como os atrevéis...?.

El sonrió arrogantemente y se fue escaleras abajo silbando una alegre melodía. Imbécil, estúpido y arrogante engreído, fue todo lo que pensé en aquel momento,me acerque al cuarto de Silenia echando humo por las orejas y al verla me calme milagrosamente, me concentre atentamente y pronunciando unas palabras en lengua desconocida apareció por arte de magia una réplica exacta de mi adorable hermana, la vestimos rápidamente con un pijama suyo y la acostamos en la cama donde se quedo dormida en cuestión de segundos pues se lo había ordenado yo.
Tras haber hecho esto oculte a Silenia en mis faldas y llegamos a nuestro cuarto sin encontrarnos con ningún criado ni con nuestro padre, así que una vez dentro Silenia se estiro en la cama y la arropé amorosamente depositando un beso en su frente, me coloque una capa negra encima de el vestido gris que llevaba y me acerque a la venta.

-Adiós hermana, reza por mi para que todo salga bien.


-Así lo haré Adriel.

-Cierra la puerta del cuarto con llave, para que nadie entre.


-Entendido.

Silenia se levanto haciendo lo que le pedí y volvió a tenderse en la cama una vez hecho.
Le dedi que una sonrisa y salí al alféizar de la ventada, una vez fuera cerré la ventana y comencé a bajar por la enredadera que crecía en el muro, había luna nueva, perfecto, así podría salir mas fácilmente de los muros de la mansión y nadie me vería, absolutamente nadie.
Me acerque silenciosamente al muro, y tanteando en la oscuridad durante un par de minutos, finalmente di con la pequeña puerta que estaba oculta por la maleza, sonriendo abrí con cuidado la puerta y abandone los muros.
Una vez fuera de la mansión y los muros que la rodeaban me coloque mejor la capa y me puse la capucha para ocultar mis facciones, comencé a caminar rápidamente hacia la torre de Hechicería, que por suerte solo se encontraba a unos 100 metros aproximadamente de la gran mansión en la que yo vivía, y así llegue a los15 minutos a la torre, donde un apuesto soldado hacía la guardia en las puertas de aquella majestuosa edificación.

-Alto..¿quien va?

-Soy yo soldado...Adriel...-conteste quitándome la capucha para que viera mi rostro.


-Mi lady...-dijo el pobre hombre avergonzado abriendo los ojos como platos al verme- bienvenida, la gran archimága de la torre la esta esperando, adelante.

El muchacho se dio la vuelta y me precedió ,haciendome traspasar las puertas de entrada que se cerraron solas a nuestra espalda, aquel chico me condujo por un laberinto de pasillos lujosamente decorados, con tapices en las paredes, adornos en las columnas y retratos de magos y brujas celebres.
Finalmente se paró frente a unas puertas dobles de roble macizo a las que aporreo suavemente con su puño, tras hacer esto las puertas se abrieron magicamente dando paso al despacho de la Archimaga de la torre Bellandhir, Magere mi querida abuela.
Entre con aire respetuoso y el soldado me quiño un ojo sonriendo y dandome la enhorabuena, tras esto cerro las puertas y nos dejos solas por lo que yo me acerque al escritorio, en el cual estaba Magere quien levanto la cabeza al oir el ruido y cuyos ojos de un azul identico a los de Silenia, se iluminaron al verme entrar.

-Adriel querida, me alegro de que hallas podido venir...¿como lo has hecho?.

-Tu sabes perfectamente como lo he hecho maestra, pues puedes ver el pasado...asi que no disimuleis.

-Oh mi niña, estoy tan orgullosa de ti, ven a mis brazos ahora mismo.


Mi abuela abrio sus brazos para recibirme y yo me lance de cabeza entre ellos, tras lo cual nos fundimos en un abrazo en el cual solo se entendia la voz de mi abuela contanto lo orgullosa que estaba de mi y lo mucho que me habia hechado de menos desde mi ultima visita, unas semanas atras, de pronto se separo de mi y me miro seria.

-Esta usted lista señorita de North

-Si maestra, estoy lista para lo que me espera esta noche.

Al pronunciar estas palabras mi semblante estaba serio, tras decir aquello mi abuela se dio la vuenta recogiendo unas cosas y salimos del despacho, tras lo cual nos dirigimos a un salon para actos especiales como el que habria esa noche, al llegar allí encontra a otras mujeres...hechiceras por lo que deduje al ver sus prendas....pero no todas eran de aqui.

Pude reconocer a una mujer muy bonita, la archimaga Aria, de la cuidadela proxima a la nuestra, aquella mujer y mi abuela se conocian desde pequeñas, por eso recorde quien era, al verme sonrio alegremente y me deseo suerte silenciosamente, peros las demas mujeres...no me sonaban de nada, por sus ropajes pude deducir que eran maestras de hechiceria..al seguir avanzando me quede en blanco, pues ante mi tenía a una mujer hermosisima, de cabellos como el oro a la altura de las caderas y unos ojos de un azul intenso con una tunica de color celeste palido, al apartarse el pelo de la cara pude ver sus orejas y me quede boquiabierta...aquella mujer era una elfa, con razon era de una belleza casi irreal.
Finalmente mi abuela se paro dirigiendose a todas las mujeres reunidas en aquella habitacion...habia un total de unas 12 hechiceras y todas escucharon a mi abuela con aire solemne.

-Queridas...estamos esta noche aquí, para nombrar a Adriel de North hechicera de la 1º orden por los logros conseguidos a lo largo de su vida, puedo asegurar que se ha convertido en una de las mejores alumnas que han pisado esta y cualquier escuela de hechicería humana.


-¿Adriel?....tiene nombre de elfa..¿acaso lo es?.


La mujer que pronuncio dichas palabras fue la que yo juzgue como elfa, y no me equivoque, pues se aparto elegantemente el pelo de los hombros y pude contemplarla abiertamente.

-No Rowena, la señorita de North no es elfa, sino humana- respondio mi abuela paciente.

-Pero, quizás su estirpe descienda de elfos...¿quién sabe?


-Si, podría serlo por lo poco que sabemos....en fin hermanas colocaos en círculo por favor y tu Adriel colocate en el centro si eres tan amable.


Asintiendo me coloque en el centro del círculo hecho por las hechiceras y entonces todo empezo a suceder, mi abuela empezó a pronunciar unas palabras en lenguage arcano, palabras que yo entendia debido a mis estudios de hechiceria...y a su voz se unian la de las demás hechiceras, las mujeres mantenian las manos unidas y de esa unión empezaban a salir chispas de colores, verde, azul, dorado, violeta...muchos.
Una especie de esfera se iba formando sobre mi cabeza, era una esfera de energía de un color dorado anarajado precioso, mientras las mujeres seguian con el rito de iniciación, y asi estuvieron un par de minutos más, pronunciando hechizos y juramentos, cuando finalmente pararon mi abuela me miro fijamente y pronuncio una pregunta dirigida a mi.


-Adriel de North , ¿juras respetar el código de las hechiceras, usar tus poderes y habilidades siempre para ayudar y nunca para sembrar el caos y propagar el bien por la tierra? Con la barbilla levantada en actitud orgullosa y un tono de voz firme y solemne conteste decidida a la pregunta.

-Lo juro.


Entonces la esfera de energía empezo a descomponerse y fue introduciendose en mi interior poco a poco a través del pecho, las hechiceras me miraban con aire solemne esperando el fin del ritual, cuando la última chispa de la esfera huvo entrado en mi cuerpo cai de rodillas al suelo con un terrible dolor en el pecho, las mujeres se acercaron a mi sonriendo.


-Enhorabuena Adiel, has pasado el ritual, que era una prueba en si, si tu juramento huviera sido falso habrías perdido tus poderes cayendo inconsciente al suelo, pero has sido sincera y has pasado la prueba- Rowena fue quien dijo estas palabbras soriendo.

-Enhorabuena mi niña, acabas de convertirte en una hechicera en toda regla, ahora eres como nosotras, una bruja de 1º orden y además hechicera, disfruta de tu nuevo cargo porque trae sus responsabilidades, y muy pronto las averiguarás-mi abuela me miraba fijamente y yo solo pude responder.

-Haré todo lo que este en mi mano para cumplir mi papel.

10 de julio de 2009

Por la mañana



2

Gerard

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"El hombre es lobo para el hombre" Sabías palabras la que me inducen a pensar que es la sociedad la que nos obliga a actuar mal, la que nos incita a la venganza, a lo impío, lo diabólico, aquello que toda persona considerada "buena" debería evitar para mantener su reputación, aquel factor que era el incitador principal de la nobleza de mi tiempo, haciendo que esas personas de mayor estatus social se vieran obligadas a actuar con ira, rencor y dolor, pues al fin y al cabo todo es culpa nuestra, el efecto mariposa, que el aleteo de un diminuto insecto podía crear un tornado en la otra punta del mundo, es la sociedad, la que es mala con los hombres y los hace sucios de corazón.

Estaba turbado, y terribles pesadillas poblaban mi sueño sin aparente despertar. Todas mis fechorías no hacían más que repetirse una y otra vez, haciéndome sentir que aquel letargo de eternas tinieblas en el que me había sumido no tenía fin.

Todo era siempre igual: un líquido rojo intenso, vísceras, destellos de plata, y algún que otro monstruo suelto en los caminos que circundaban las ciudades. Siempre lo mismo, hasta que en una de esas constantes, seguidas, y al parecer ordenadas pesadillas, apareció algo inusual teniendo en cuenta todo lo que había visto, era algo excepcional, que hizo que me estremeciera en mi descanso, algo que podría haberme hecho perder la cabeza si lo viviese en realidad y si no estuviera sumido en aquel largo, largo sueño, pues por desgracia estaba completamente seguro de que aquello no era real, que lo estaba soñando todo y que en mi vida sólo existía la desgracia de la muerte, que era ella la que con su larga capa negra y su hoz dominaba mi vida, guiándome por oscuras sendas y obligándome a malvivir.

Pero aquello era completamente nuevo para mí, una mujer había aparecido en mi vida, y sólo había tenido en mis manos escasos cinco minutos para admirar su belleza... Su cabellera morena, su rostro de color aceitunado, sus ojos que me miraban a través de unas sensuales pestañas, sus labios carnosos, me podría llevar enumerando cuán perfecta era cada parte de su cuerpo durante horas, días quizá. Era lo primero que había dado sentido a mi vida, algo que, en cuanto vi, supe que era a lo que el destino me había estado guiando por la mala senda, pero entonces, como si se tratara de una burla del cielo, la ira de Dios cayó sobre mi cabeza en forma de golpe de maza, por desgracia para mí bastante doloroso.

Y ahora me encontraba allí, en aquel sitio en el que hacía demasiado calor para estar tan oscuro, o estaba demasiado oscuro para hacer tanto calor, pero que al fondo había una luz, era muy atrayente y me llamaba, me decía que debía ir con ella, pero el otro lado, el oscuro ejercía sobre mi una atracción mucho más fuerte que la luz, de él provenía un olor extraño, que me incitaba a la lujuria, un olor tan intenso que podría despertar a lo muertos, por lo que, no supe porqué razón, me encaminé hacia las tinieblas, escuchando una voz serena de tono grave que me decía al oído:

-Volverás, pero no estarás exento de carga.

Y de repente el sol de la mañana me golpeó de lleno en la cara y me pareció quedarme ciego unos instantes, por lo que me di repentinamente la vuelta en la cama para ponerme bocabajo... ¿Cama? ¿Dónde estoy? Lo último que recordaba era una persecución, el trágico final de mi montura y... Y... Y, por supuesto, la visión que me había hecho despertar. Pero ahora todo era extraño, las paredes estaban lujosamente decoradas, y me encontraba en una ornamentada cama con dosel que podría haber pertenecido a la realeza, sin duda, la casa podría haber sido mandada construir por un monarca, aunque el estilo de nuestro rey actual era bastante tétrico, con piedra oscura sino negra y raídos tapices decorados con escudos de armas de las casas nobles del reino, escasas armaduras a modo de decoración, y rarísimo era de ver algo que relacionara al nuestro con otro reino, como el de los Elfos del Este o las Hadas del Norte, únicamente, me dediqué a respirar y a mirarme las manos, debía de haber estado inconsciente mucho tiempo, de eso me percaté al palparme la cara y descubrir una barba que debiera ser incipiente.

Entonces, a través de la puerta que se situaba justo en frente mía empecé a escuchar pasos apresurados, como de alguien que subía unas escaleras e, instintivamente, tanteé debajo de la almohada en busca de una de mis dagas largas, que por supuesto no estaba, entonces me percaté de que tampoco iba vestido con mis ropas habituales, y que mi pelo estaba recogido detrás de la cabeza, práctica de la cuál no era partidario. De repente, sonó un chasquido en la puerta, y ella entró en la habitación.

Llevaba un deslumbrante vestido blanquecino que resaltaba enormemente la preciosa tonalidad de su piel y llevaba el pelo suelto, cayéndole en cascada por delante de los hombros y extendiéndose cuan largo era por su espalda. La luz matinal que entraba por los ventanales de piedra jugaba con la luminosidad en su rostro creando un juego de sombras que, junto a la perfección de sus rasgos, le confería el aspecto de una diosa en pleno apogeo, haciéndome sentir el humano más afortunado sobre la faz de la tierra. Dejé de sentir el peligro, dejé de sentirme inseguro en aquel entorno desconocido. El abierto escote del vestido la dejaba lucir un abultado pecho cuya voluminosidad concordaba con la perfección colectiva de su cuerpo, pero añadiéndole un tono de picardía capaz de encender la llama de la pasión en cualquier cuerpo en el momento de máxima tensión, sin importar el contexto y las circunstancias. Bajando por el corpiño del vestido, dejando traslucir la belleza del cuerpo que se encontraba tapado por una fina capa de tejido, cualquiera podía admirar la excelente formación de sus caderas, y tuve la suerte de que a esa hora corriera una suave brisa que entraba por las amplias ventanas, haciendo que se moviera muy levemente el vuelo de la falda del vestido, pero justo lo necesario para que pudiera admirar la firmeza y la delicadeza de sus piernas.

Y entonces, como atendiendo a mis mudos deseos, se acercó a la cama con un elegante porte y con andares de hada de los bosques del norte, esas que andan como levitando sobre las nieves. Recuerdo las historias que contaban los sabios caballeros del castillo de mi infancia, en las que los caballeros superaban incontables obstáculos para encontrar a su dama. Y yo, sin ser caballero, sin ser buena persona y sin quererlo siquiera, acababa de encontrar a mi musa, con la que había soñado desde los doce años y con la que quería pasar el resto de mi vida.

-¿Quién sois vos?

Oh… Aquel bendito sonido me cayó como agua de mayo, llenando cada parte de mi ser y dando pie a un hilo de pensamientos que me llevaban recorriendo cada curva de su cuerpo. Pero su cara de asombro me quitó de mi ensimismamiento, estaba esperando una respuesta que yo no estaba seguro de estar dispuesto a dar, por lo que me acabé yendo por la tangente:

-Alguien que perdió el norte hace algún tiempo

Al parecer, este comentario se lo tomó a broma.

-¿Y ese alguien tiene algún problema con la justicia?

Añadió un extraño énfasis en la última palabra, dejando claro su desacuerdo con el modo de justicia del rey.

-Sabéis que por cualquier chiquillada se busca a un pobre desgraciado.

Entonces me miró de forma severa, como cambiando el tono de la conversación y dejando claro que sabía cosas.

-En primer lugar, un pobre desgraciado no va armado hasta los dientes. Segundo, los abanderados del rey no van detrás de alguien por una chiquillada. Y tercero, suerte has tenido de que mi padre no esté dispuesto a dejar morir a nadie en su casa.

Torcí el gesto, los abanderados del rey eran la élite de los impartidores de justicia así que una de dos, o su padre era una persona importante y bastante influyente en el reino, o fue él mismo quién me golpeó en la cabeza.

-Vaya, no sé como daros las gracias a ti y a tu padre.

-Podrías empezar contándonoslo todo, ya que estás en nuestra casa y te hemos curado de tus heridas… Llevas tres días en cama, desvariando, teniendo pesadillas y el médico dijo que estuviste al borde de la muerte.

No sabía como reaccionar, no podía mentirle por alguna extraña razón que no llegaba a comprender, si eso era amor me quedó claro porqué decían que era para los débiles, si no era capaz de ocultar mi verdadera naturaleza, no merecía estar en compañía de ella. Por lo que se me ocurrió no mentirle, sino contarle únicamente parte de la verdad:

-Me he escapado, vivía en una fortaleza con mi familia pero la disciplina allí era muy dura y no aguantaba más en aquel maldito castillo…

Cedió un poco con mi excusa, pero su curiosidad parecía incansable:

-¿Y cómo explicas lo de las armas? ¿Por qué te perseguían los abanderados?

Llegados a este punto ya no me quedaba otro remedio que mentir:


-La verdad es que esa explicación guarda su relación, verás; las armas las saqué del castillo, ya que mi padre era un caballero venido a menos y no tuve ningún sustento económico a la hora de huir, por lo que tuve la estúpida idea de cogerlas para conseguir algo de dinero. Ahora te explico lo de los abanderados: No todo el mundo va cargado con una tonelada de hierro y plata a la espalda, y por lo que escuché por las tabernas el arsenal de un famoso duque de la zona había sido saqueado, con la mala suerte que tuve de que ese duque fuera gran amigo del rey…

Aunque no pareció estar satisfecha, una sonrisa se dibujó en su perfecto rostro y se acercó a sentarse en la cama.

-¿Puedo preguntarte qué pasó con las armas?

-Los soldados se las llevaron pensando que eran del duque, se las entregamos a cambio de tu vida, has tenido suerte de sobrevivir…

Mi mente era un hervidero en ese momento, no hacía más que sacar preguntas, todas relacionadas con mi supervivencia a partir de entonces…

-Y… ¿Qué me queda? No tengo nada, ¿cómo voy a sobrevivir?

Ella sonrió más divertidamente que antes y se acercó a recogerme un mechón del pelo que se había independizado de los demás, y mientras lo hacía, comenzó a hablar haciendo que se cumplieran mis plegarias… Si es que me quedaba algo en lo que rezar…

-Te vas a quedar con nosotros… Supongo que puedes hacer algunos trabajos para mi padre. Además, teniéndote únicamente unos días en casa se te acaba cogiendo cariño…

No sabía cómo habíamos llegado a esta situación, pues mientras ella hablaba yo todavía la contemplaba admirado, pero en ese momento ella estaba tumbada en la cama junto a mi y me estaba abrazando, lo único que faltaba era que…
Ni siquiera me había dado tiempo a pensarlo, esta chica se estaba adelantando a todo lo que pensaba, y ahora en lo único en lo que estaba ocupada mi mente era en el tacto de sus labios, que me llevaba hasta el cielo en ese instante…

-¿Me dirías tu nombre?

-Me llamo Elennah.

Comencé a reírme, y ella me miraba con cara interrogante, a lo que no tuve más remedio que contestar:

-Nunca conseguiré quitarme ese nombre de la cabeza…

Ella puso cara de enfadada y no sé si lo hizo de verdad, pero su comentario siguiente fue algo cortante…
-Pues que sepas que dentro de tres horas vas a cenar con mi padre, y vas a tener que ganar su confianza si quieres que vuelva a tu habitación y él no te degolle.

Ambos nos reímos, este momento no podía ser más perfecto, le cogí la mano derecha y me dispuse a levantarme, pero cuando iba a pasar mi brazo por sus hombros me mareé y estuve a punto de caerme al suelo.

-¡Dios! ¿Estás bien?

Pude levantarme agarrándome a un poste de la cama, pero ella insistió en cargar parte de mi peso al cogerme por la cintura.

-Tú no me has dicho tu nombre.

La miré a los ojos y recordé aquella vez que me hipnotizaron en el jardín, una escena que parecía que ocurrió hace eones, pero que sólo tenía una semana máximo de antigüedad.

-Me llamo Gerard.

Tras aquel pequeño desliz de mi cuerpo, ambos volvimos a la cama y todavía recuerdo con horror su cara al mirarme a los ojos de nuevo, pues en aquel momento sólo había terror en su expresión, y no tardó en mencionar el porqué de su alteración:

-Tu ojo izquierdo… Es rojo.

No me lo creí, siempre había tenido los ojos verdes, los dos… Ella corrió a la cómoda que había al lado de la cama y volvió con un espejo de mano… Tenía razón, mi ojo izquierdo ahora era de un rojo encendido, la verdad es que era raro verme con un ojo de cada color. Busqué una explicación lógica pero no la encontraba, a menos que todo guardara relación con las voces que oí en mi inconsciencia, pero eso era imposible, una voz dentro de mi cabeza no podía tener repercusiones en mi vida, estaba seguro de que aquellas voces no eran más que un sueño, o eso creía…

-Debe de ser por el golpe, será que la sangre se ha desplazado o algo…

Ella pareció convencerse con mi explicación, aunque apenas tenía base, tuve suerte de que ninguno de los dos supiera de medicina. Ella cambió rápido de tema y de humor, ya que la siguiente frase estaba cargada con un tono más jovial y despreocupado.

-Yo me voy ya, tienes ropa en esa cómoda, ponte algo elegante, recuerda que tienes que impresionar a mi padre, alguien vendrá a avisarte para la cena.

-¿Se puede considerar esto una cita?

Ella pareció pensárselo en el marco de la puerta con una sonrisas plantada en la cara y con una apariencia que, aunque infantil y juguetona, también era madura y alegre.
-Llámalo cita si lo prefieres, porque motivos no te faltan para pensarlo…

Los dos nos reímos y al cabo de unos segundos ella se fue cerrando la puerta, por lo que decidí quedarme mirando al techo pensando en la noche, y si el transcurso sería o no tranquilo.


Desperté al oír golpes en la puerta, y gritos que pedían permiso para entrar. Una lástima, ya que fuera quien fuese me había estropeado un sueño de lo más conmovedor.

-Adelante.

Una sirvienta entró y me comunicó que “el señor” me estaba esperando en el comedor para cenar, por lo que no me demoré en vestirme. Aunque no estaba acostumbrado a vestir como la nobleza, me di cuenta de que esas camisas con extraños adornos y esos pantalones tan incómodos no me quedaban tan mal, aunque yo hubiera preferido vestir ropa más “normal”.

Al salir de la habitación me di cuenta de que no sólo mi estancia estaba llena de adornos, en aquella casa había de todo, desde trofeos de caza hasta impresionantes esculturas e incluso armaduras, la familia de Elennah debía de ser próspera, aunque todavía era para mí una incógnita el negocio que regentaba su padre.

Bajé al recibidor por una escalera con cierta curvatura y procedí a entrar en comedor. Había allí más gente de la que esperaba, Elennah no había mencionado a su madre, a sus hermanos, un chico y una chica pequeños, calculé que de unos 7 años ni a el hombre rubio de veintimuchos años que estaba sentado a la derecha de su padre.

-Buenas noches.

Su padre soltó una estruendosa carcajada en cuanto oyó mi saludo, fue como si se enorgulleciera de tenerme allí esa noche.

-Nuestro invitado por fin ha despertado… ¿Cómo te encuentras chaval?

Era un hombre de unos cuarenta años, algo rechoncho y medio calvo, una gran nariz en medio de su cara le daba una apariencia de buena persona, y el color rosado de sus mejillas unido al hecho de que ni siquiera soltó la copa al levantarse para abrazarme me demostró que también era un gran bebedor.

-Mucho mejor, por lo menos ahora puedo andar.

Casi todos se rieron de mi comentario, menos Elennah, que me miraba sonrojada y el hombre rubio, cuya expresión de repulsión no me gustaba un pelo.

-Siéntate… eh…

-Gerard, me llamo Gerard.

Una gran sonrisa volvió a aparecer en su cara.

-Gerard, hijo siéntate aquí, a mi lado.

“… Y al de Elennah” Me había situado a su izquierda y a la derecha de Elennah. Los sirvientes no tardaron en traer la comida y no tardé en comer y reír como uno más, aunque, como era de esperar, las preguntas no tardaron en llegar, lo que no me esperaba era que la primera de ellas fuera de aquel rubio, que según Marc, el padre de Elennah, se llamaba Direk.

Tuve que volver a contar la historia que inventé para Elennah, e incluso pareció conmoverles, ya que tuve que recurrir a mi familia, que no me trataba como si a ella perteneciese y a la “dura disciplina” de la academia, Marc me preguntó si sabía algún empleo, me vi obligado a decirle que todo lo que conllevara algún detalle militar, o cualquier cosa en la que pudiera ayudar sería de mi agrado y noté que mentalmente él pensaba alguna tarea para mí.

Algo raro ocurrió entonces, algo que me dejó en estado de shock, al alzar una copa de vino para brindar, las palabras de Marc me dejaron helado, acabaron con mi deseo de que aquella llegase a ser mi familia:

-Por Direk y Elennah, y porque su matrimonio traiga gran dicha a ambas familias.

La copa se me cayó de la mano y me tuve que agarrar a la mesa para no caerme. Direk me miraba con una sonrisa de prepotente autosuficiencia, y Elennah lo hacía con los ojos vidriosos y húmedos. Me vi obligado a atribuirlo al cansancio y al golpe, y Marc insistió en que comiera algo más para recuperar fuerzas, aunque no era comida lo que necesitaba en ese momento… ¿Prometida? Todos mis sueños se habían roto con aquel brindis, y el instinto que tanto odiaba volvía a llenar cada parte de mi ser… Debía matarlo, tenía que matar a Direk.

Cuando todo se hubo calmado y por fin pude subir a la cama tomé una decisión. Iba a irme de allí, si no podía cumplir mis deseos lo único que haría sería molestar en aquella casa, y mi corazón se rompería aún más. Bocabajo en aquella cama, sin ser capaz de llorar, sólo me quedaba una incógnita: ¿Por qué ella me besó esta tarde? ¿Es que no sentía aprecio por los demás? ¿Lo único que hacía era jugar con los hombres? Me entraron ganas de matarla a ella también, aunque al instante supe que sería incapaz. Por lo que opté por la solución más cobarde y quizá la más acertada viendo los acontecimientos: Simple y llanamente me iría de aquella casa.

Cuando terminé de empaquetar algunas ropas y estuve cómodo, me precipité sobre la puerta, y al salir vi a alguien en el pasillo acurrucado en el suelo contra la pared, no sabía quién era, pero las constantes convulsiones demostraban que estaba llorando. Entonces levantó la cabeza y pude ver de nuevo sus perfectos rasgos bajo la luz de la luna, aunque las lágrimas añadían un aspecto melancólico a su aspecto, seguía estando igual de bella, y no pude resistir la tentación de agacharme para abrazarla. Entre sollozos pudo contarme el porqué de su situación:

-Gerard… Iba… A llamar a… La puerta… Pero…

La mandé callar con un susurro y esperé que se tranquilizara.

-¿Puedo dormir esta noche contigo?

Esa pregunta me cogió por sorpresa, sin duda, no había hombre que fuera capaz de entender a las mujeres, aunque a lo mejor había una explicación razonable que justificara su doble comportamiento:

-Siempre y cuando me cuentes todo lo que pasa.

Ella asintió con la cabeza y la levanté con los brazos para entrar en la habitación y dejarla en mi cama, seguidamente me tumbé a ella. Tras un silencio contemplativo, mientras nos mirábamos a los ojos, ella, un poco presionada por mi insistencia no verbal, procedió a contarme lo sucedido.

-No quiero casarme con Direk, no me quiere y mi padre y él lo único que buscan es que la unión de nuestras familias sea bueno para los negocios de ambas… En cuanto te vi en el jardín no me cupo la menor duda… Te quiero, y quiero estar contigo, no con otra persona, créeme, por favor… Te quiero…

Se le rompió la voz y comenzó a llorar, ahora todo tenía explicación, todo lo que había sospechado eran sólo suposiciones, ahora que conocía la verdad me daba todo igual, su padre, Direk o cualquier otra persona, nada me iba a separar de Elennah… Nunca…

La persona a la que yo más amaba, Elennah, era la hija de Marc, un mercader que sólo buscaba enriquecerse más y más… Ahora en mi lista sólo había dos personas, pero estaba consiguiendo crearme una vida desde cero y no pensaba desperdiciar la oportunidad. En ese momento sólo pensaba en el presente, y en el hecho de que estaba durmiendo con Elennah, si pudo llamarse dormir… Ya que no paró de llorar en casi toda la noche, y yo sentía su pena en mi corazón, sentía su dolor, y aunque la colmé de besos, abrazos y caricias, aquello sólo sirvió para aliviar levemente su sufrimiento.

Aquella fue la primera noche que dormí con Elennah, y estuve allí en todo momento, abrazándola en aquella cama, dentro de una casa cuyo patriarca trataba con egoísmo a las personas a las que más quería. En aquel instante me hice una promesa, era imposible que estuviera abrazado en todo momento a Elennah, pero me prometí que nunca dejaría que le pasara nada, ya fuera Marc, Direk, o el mismísimo rey el que la dañase.

Al cabo de un gran rato se quedó dormida, deposité un beso sobre su frente y la abracé con más fuerza… Ahora Elennah era mi vida, y el Gerard asesino se disuadía con cada contacto de nuestros labios, ahora sólo había amor en mi vida…

16 de mayo de 2009

Rosas

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Gerard
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Hay algunos que dicen que el ser humano es malo por naturaleza, otros, que es la misma sociedad la que nos corrompe. Hoy puedo asegurar que ninguna de estas dos afirmaciones se acercan siquiera a la verdad, pues, según mi opinión y mi filosofía, no existen ni mal ni bien, sino que las acciones reciben una calificación según qué persona la esté examinando, y que a juicio popular cualquier acción puede ser calificada como buena y mala, es decir, cualquier acto realizado por una persona es neutro, pero las repercusiones del dicho acto llevado a cabo pueden ser negativas o de provecho para aquel que ha perpetrado los hechos. Resumiendo, si haces algo que consideras bueno, obtendrás resultados positivos... ¿Y qué persona iba a actuar en contra de sus ideales e intereses?

No hacía más que pensar en el bien y el mal según iba avanzando por la senda que me llevaría de vuelta a casa. Tenía 16 años por aquel entonces, y ya cabalgaba solo desde hacía unos meses, también había perdido la cuenta de aquellos a los que había matado... Yo lo sabía, había nacido para matar y luchar y nada podía cambiar ese hecho, mi naturaleza era violenta, como la de todo ser humano, pero mis actos eran neutros, y era yo el que controlaba mi vida, no me obsesionaba subir a la cúspide estamental, ni tenía ansias de poder, pero una cosa sí que quería: Matar.

Había nacido en una ciudadela, de la cual hice lo posible por olvidar el nombre, y me hice escudero, tal como mis progenitores habían deseado. Era un niño delgado, con el pelo castaño muy claro y los ojos verdes, pero mi rostro no transmitía buenas sensaciones, ya de pequeño algunos niños me evitaban y los padres me miraban y señalaban, una vez oí decir a uno que "podría matar con esos penetrantes ojos verdes", cosa por la que mis compañeros que soñaban con ser Lord algún día me temían, aunque no lo dijeran. Pero las noticias de mis progresos en las muchas actividades que mi vocación conllevaba vinieron acompañadas de bastante quejas, por peleas, trifulcas, y en general actos calificados de "negativos" por los que fui castigado en más de una ocasión (prueba de ello dan las cicatrices que conservo en la espalda). Pero un día dije basta, y mi mal genio en un combate de esgrima aparentemente pacífico hizo aparición, mutilando a un compañero y trayendo como consecuencia un castigo mayor, él se lo había buscado, había estado cuestionando mis posibilidades y eso era algo que no estaba dispuesto a tolerar, ya por entonces conocía que uno de mis mayores defectos era el orgullo, y por ese orgullo fue por el que me encerraron en el calabozo, tiempo que por supuesto no perdí, y que aproveché para armar un plan de huída de aquel maldito sitio, no se me había perdido nada allí, podía renunciar a todo lo que allí conservaba, menos a mi nombre, que algún día temerían los más poderosos: Gerard Don.

A la noche siguiente de mi puesta en libertad no me demoré, corrí al arsenal, a armarme de los pies a la cabeza, luego a las cuadras, y por último, tomé prestado algo de incentivo económico de las arcas comunes del palacio del conde. Aunque claro está, mi huída no pasó desapercibida, uno de los guardias que custodiaban los muros de la ciudadela salió cabalgando detrás de mí craso error, pues no tardé en tirarle unas cadenas a las piernas de su montura y a que él saliera disparado hacia delante. Aún dolorido en el suelo, me acerqué al paso y, por primera vez, maté a una persona, y me gustó, razón por la que al principio me asusté.
Ahora me ganaba la vida como sicario, iba de ciudad en ciudad, de taberna en taberna buscando cualquier persona interesada en acabar con su enemigo, o simplemente en asustarlo, yo me limitaba a obedecer órdenes, pero haciendo lo que más me gustaba, y trabajando a mi manera. Regresaba de un ciudad que yo habría situado bastante al este, por las facciones de los habitantes, iba cabalgando por una oscura ruta, mientras se iba haciendo de noche, iba encapuchado, para que cualquiera que anduviera por allí no osara husmear, y montaba al paso, no tenía ninguna prisa por llegar a mi destino, porque no tenía destino.

Uno de mis objetivos ya se estaba cumpliendo, en las tabernas, mientras yo descansaba en un oscuro rincón, oía a algunos parroquianos hablar de un "demonio de ojos verdes" o del "cazador del este". Yo ni siquiera procedía del este, pero al haber cometido allí mis más notables fechorías, era conocido como procedente de esa zona, pero eso no era lo importante, lo importante es que ya se hablaba de mi y de mis "logros".

Entonces, al escuchar claramente un galope tras de mi, giré la cabeza a tiempo para ver como una partida de caza de "su majestad" venía para echarse encima mía, por lo que, sin más dilación, espoleé fuerte mi caballo. Corría a tanta velocidad por aquel lúgubre retazo de bosque, tan húmedo y verde, que apenas tenía tiempo de elegir la dirección de mi caballo, que instintivamente iba abriéndose camino por entre la maleza, incluso saltando por encima de altos setos. Aquel alazán me había acompañado desde mis primeras clases de equitación, poseía la agilidad y el estilo que buscan en su montura y sus habilidades ya me habían librado hace una semana de las persecuciones de la justicia, que era más bien poco justa en la situación política en la que nos encontrábamos.

Me llevé toda la noche y parte de la mañana del día siguiente siendo perseguido por aquellos implacables soldados, durante esta gran brecha de tiempo pude darme cuenta que llevaban dos colores en los ropajes, símbolo de que pertenecían al actual rey, ese descarado hijo de perra que gobernaba con mano de hierro todo su vasto territorio y que acabaría por llevar a la quiebra a nuestra frágil vida. Seguía cabalgando cuando me di cuenta de que ellos no iban a parar, y que si seguía como hasta ahora terminarían cogiéndome, por lo que pensé que lo mejor sería aprovechar la primera aldea o el primer pueblucho que asomara por el horizonte, pero lo primero que vi mientras el sol matinal me daba en la espalda fue un conjunto de casas, seguramente de algunos nobles de la aristocracia local, los cuales su máxima aspiración era llegar a conde, un puesto bastante peligroso, ya que nuestro rey se encargada de quitar de en medio a aquellos con los que chocaban sus ideales, por lo que pocos condes si no ninguno quedaban ya que compartieran sus intereses con los del pueblo llano. Aquellas casas eran lujosas aunque ni comparación tenían con el palacete de algún duque, barón o conde, simplemente eran casas de piedra de familias acomodadas y acaudaladas, algunas que seguro pertenecían a mercaderes, y que seguramente se hallaban lejos de un núcleo urbano para relajarse, para disfrutar de unas jornadas sabáticas lejos del bullicio donde residía la actividad económica. Pero mi caballo no tardó en caer exhausto tras una noche cabalgando al galope, perseguido por caballos de guerra, mi alazán había resistido demasiado, por lo que a unos cien metros del complejo de casas, se precipitó al suelo. Yo no tardé en levantarme y salir corriendo hacia allá, puesto que me encontraba en una llanura y ellos no tardarían en darme caza, al darme cuenta de que no tardarían en alcanzarme, en la primera casa que tenía, que se situaba a mi izquierda, salté la valla para hacer lo posible por escapar, y allí estaba ella.

Nunca olvidaré esos ojos que me miraron enmarcados por su castaño pelo, apenas pude ver su sonrisa, pues su gesto cambió repentinamente al verme allanar su jardín, pero en el poco tiempo que pude apreciarla me di cuenta de que en esos labios residía tanta belleza que cualquier artista vendería su alma al diablo por poder sólo plasmarla. Dentro de sus ojos, a los que ya he hecho referencia, podría haberme llevado mirando mi vida entera, ya que no conseguía averiguar el color exacto de esos ojos, y seguro estaba de que mi rostro no torcería la expresión de sorpresa y admiración con la que, anonadado, observaba su silueta recortarse contra un jardín de rosas rojas. Silueta, de la que cabe decir, que no era capaz de encontrar un solo defecto, pues en ella residía la perfección en todo su esplendor: No era de busto notablemente generosos, pero sus pechos concordaban con su silueta y hacían de su cuerpo una obra de arte de la naturaleza; Sus caderas ofrecían curvas que podrían haberme descoyuntado de haberlas seguido con la mirada, y sus piernas parecían un presente de las hadas, pues claro estaba, por la ausencia de alas, que aquella belleza era de mi misma raza. Tenía una larga melena morena que caía cual cascada por su espalda, de un color que sólo podría haber visto en mis mejores visiones de la mujer perfecta, y apenas me habría dado cuenta, de no haber sido observador, de que el precioso vestido blanco que tanto acentuaba la belleza que le aportaba su aceitunado tono de piel, tenía una escote trasero que casi le dejaba al descubierto toda la espalda, y que haría babear a cualquier hombre.

Me había olvidado de cualquier intento de escapada, aquel símbolo de perfección había captado toda mi atención y no podría haber quitado los ojos de encima de haber querido, pero al cabo de lo que a mi me pareció un instante de admiración, sentí un golpe muy fuerte en la cabeza, caí al suelo y me di cuenta de que en realidad había pasado bastante tiempo parado en aquel jardín, en frente de esa "morena" que se encontraba entre rosas rojas. Ya en el suelo y, con la vista borrosa antes de perder el conocimiento, pude llegar a palparme la cabeza y comprobar que estaba sangrando al, con mi último esfuerzo y mi último retazo de visión, me llevé los dedos delante de los ojos, para por fin caer rendido en un mundo imaginario en el que ahora era aquella nueva persona el objeto de todo mi deseo.

6 de mayo de 2009

Sinopsis

Nos encontramos en un mundo regido por el terror y gobernado por un cruel monarca que impone su ley con mano de hierro. En la alta nobleza Adriel De North siente que no encaja en ese lugar. Su madre ha muerto y su padre pretende casarla con un hombre cruel, que hará de su vida un infierno. Gérard Don vive por y para la caballería, pero su padre se obstina en que sea clérigo, ya que es el segundo hijo de una familia acomodada. En tercer lugar, Klaus vive arraigado en las comodidades de la clase burguesa hasta que descubre que es un hijo adoptado, fruto de una unión maldita. La vida de estos tres se verá entrecruzada la noche del eclipse de sol y desde ese momento los tres deberán apoyarse los unos a los otros para sobrevivir en un mundo que pretende ser autodestruido.

Género: Drama/Fantasía/Terror